La verja

No hay peor sensación que atravesar esa verja. Ni mejor.

Pero atravesarla siendo conciente de cada uno de mis pasos, de cada uno de los pasos que la han atravesado, de cada paso sobre paso que sostiene aún la tierra. Miles, millones. Pisar dolor, y al levantar la vista, ver dolor, oler dolor, respirar dolor, sentir dolor. Y sin poder resistirlo, volver a concentrarse en los pasos. De los pasos a los pies de aquellos pasos, y de los pies, a reconocer la vida persistiendo encima de esos pies. Y de la vida a los rostros que pasan uno a uno delante mío. Ahora ya no son pies. Ahora de uno en uno, son personas. Es en el hecho de ver que son distintos, donde descubro la respuesta. Al fin logro entenderlo. Entonces anhelo saber. Sus nombres, sus recuerdos, sus vidas. Lo que pensaban, lo que sentían, lo que querían. Su historia. Y es justamente esa curiosidad, la que me incita a buscar en sus muros. Estos hablan solos, solo hay que pedírselo. Y de los muros, otra vez a los pies, creo que me he dejado algo, algo importante. Me dejé los otros pies, los que pisan distinto, los que pisan como yo piso las calles. Pero que extraño, también hay rostros encima. Aunque con estos veo, oigo y respiro otra cosa. Miedo. Miedo al dolor.

Ahora sí, no hay peor sensación que atravesar esa verja. Ni mejor, porque no hay nada mejor que ver con los ojos, que ver las cosas como son. Porque compartir ese dolor, interiorizarlo, y llegarlo a sentir en la piel fue lo que viví, pero no lo que me llevé de la verja. El sentimiento de culpa es mucho más persistente. Culpa de tener miedo. Culpa de no actuar. Culpa de todos los miedo que no me dejan actuar.

Noemí CG (gener 2009)

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